QUINTA JULIETA
BARRIO DE TORRERO, JUNTO AL CANAL IMPERIAL DE ARAGÓN

ANTÓN CASTRO
Escritor y periodista

CITA

Antón Castro

Si tuviera que elegir un lugar de la Zaragoza Utópica, te diria la quinta Julieta: un lugar que inspiro a Sender y que me hace pensar en una Zaragoza vinculada con «Bomarzo» y con un espacio idilico. Un paraiso al que se llegaba en el barco cisne.

Ramón J. Sender tituló «La quinta Julieta» una de las partes de la «Crónica del alba». Aquí reproducimos un fragmento donde habla del lugar:

«En un de aquellas excursiones matinales con mi hermana buscando aventuras nos alejamos bastante canal arriba y encontramos un barco mucho mayor que mi lancha, todo blanco y en forma de cisne. Cabrían en él unas veinte personas y lo conducía un caballo blanco también que tiraba de él mansamente a lo largo de la verde orilla. Concha se había puesto mi gorra.

El cisne erguía su cuello en la proa en forma de interrogación y llevaba entre sus alas un poco separadas dos filas paralelas de cómodos asientos para los excursionistas. Me quedé absorto contemplando aquello y Concha que llevaba más tiempo en Zaragoza y estaba mejor enterada dijo:

— Esta debe ser la góndola que lleva la gente a la quinta Julieta. He oído hablar de ella.

Pero yo seguía sin entender:

— ¿Qué es la quinta Julieta?

Mi hermana me decía dando a su voz inflexiones acariciadoras:

— ¿No lo sabes? Es un lugar paradisíaco. Un verdadero rinconcito del cielo.

— Bueno, ¿pero es público?

— Sí, claro.

— ¿Y qué hay allí?

— Pues ¿qué quieres que haya? Paseos, glorietas, césped, cenadores románticos, rincones floridos, rosaledas. Ya te digo, un paraíso. Y es público. Bueno, se paga una peseta por el viaje en la góndola y por la entrada, todo junto.

— ¿Está lejos?

— Una hora en la lancha, más o menos, según dicen. La doncella va todos los domingos con su novio.

Yo calculaba: una hora de ir, otra de volver, dos de estar dentro de la quinta Julieta. Habría que dedicar toda la mañana. ¿Qué dirían en casa?

— Podríamos ir —dije.

Ella se quitó la gorra, puso en ella —entre las correítas del barbiquejo— una flor que había encontrado flotando en el agua, volvió a ponérsela y dijo:

— Creo que hoy no debemos ir. Es hora de volver a casa. Pero podemos ir otro día.

Luego me miró soñadora y añadió:

— ¿Tú sabes? Siempre que veo a tu Petronio me acuerdo de la quinta Julieta.

Concha estaba leyendo Quo Vadis? en aquellos días y Petronio le parecía distinguido y hermoso. Arbiter elegantiarum, repetía como si supiera latín.

Nerón o Petronio seguía recorriendo nuestra casa. El día anterior lo había sacado tle la cocina donde la cocinera afilaba contra él su cuchillo. Y lo llevé a mi cuarto. Lo dejé sobre la pequeña mesa donde tenía mis libros, aunque ocupaba más de la mitad de ella. No quería dejarlo en el suelo porque me parecía irreverente. Yo estaba impaciente pensando en aquella quinta Julieta y se me ocurrió que si no había otro lugar podría ir allí un día y dejar a Nerón. En secreto, claro.

— ¿Hay columnas truncas? —dije.

— Ya te digo que hay de todo. Aunque a ciencia cierta no sé. Y no he estado nunca.

— Si no has estado nunca ¿cómo sabes tantas cosas?

— Hijo, una oye hablar a la gente. Una no es sorda. También sé cómo es el mar y no lo he visto nunca. Lo que puedo decirte es que la quinta Julieta es un lugar ideal para los enamorados como Valentina y tú, queridito.»

 

UBICACIÓN

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Quinta Julieta 41.625059, -0.874278 Quinta Julieta

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