CALLE HERRERÍN
Bloques de Casta Álvarez

CAPITAL DEL DESIERTO
Jorge Sanz Barajas
Sibirana, 2016

CITA

Página 121-122

Carro y Carnero miraban a la calle. Hacía calor y los mosquitos se arremolinaban alrededor de la bombilla del único farol que iluminaba con su fragilidad la calle Jaime Ballesteros. Todo el mundo la llamaba Herrerín porque ese era el apodo del torero fallecido hacía más de cuarenta años. Calle Herrerín. Al padre de Carro le gustaba Herrerín y al de Carnero, Florentino Ballesteros. No eran el mismo, ojo, Jaime Ballesteros que Florentino, decía Carro. O eras de uno o de otro. Y había que joderse que ese fuera el nombre de las dos calles que encerraban el bloque de Casta Álvarez. Ni siquiera los nombres de las vías les respetaban las viejas rencillas. Era como poner si hubieran puesto el Santiago Bernabéu y el Metropolitano uno al lado de otro, para que los aaěcionados del Madrid o del Atlético convivieran. O Herrerín o Florentino Ballesteros, los dos grandes diestros. Años atrás hubo incluso batallas campales entre los aěcionados a uno y otro. Contaba el padre de Carro que, siendo él un crío, cuando quizá el Salón de Santa Engracia ya empezaba a llamarlo la gente “Paseo de la Independencia”, así, tal cual suena, una banda de música interpretó el pasodoble “Florentino Ballesteros” y a su fin, el público pidió el pasodoble “Herrerín” y, como no tuvieran la partitura, lióse la de Dios es Cristo entre partidarios de uno y otro. El resquemor es el más lento de los tragos: quien lo apura demasiado rápido, se pierde lo mejor. Pero Carro, taurino hasta la médula, al punto de escapar en un mercancías a Barcelona siendo un crío para ver a Fausto Barajas e Ignacio Sánchez Mejías en un mano a mano en la Monumental allá por el año veinticuatro, sabía que eso no era lo más duro, sino la metáfora que se escondía en el nombre de esas calles que se cruzaban. Dos grandes toreros, los dos muertos antes de los veinticinco y de forma trágica ante el toro; Florentino, carne de hospicio, nacido en la Calle del Caballo, hijo de una ramera y por raro que pareciera, favorito de la clase alta… Jaime “Herrerín”, hijo del pueblo, criado en los regatos y las alcantarillas, preferido por los viajeros de a pie en vagón de tercera…

Ambas calles desembocaban en el Matadero Municipal.

UBICACIÓN

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Calle Jaime Herrerín 41.644961, -0.868146 Calle Jaime Herrerín

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